¡Hola a tod@s!
En esta nueva entrada voy a hacer una reflexión
sobre la educación a personas con discapacidad, concretamente a personas con
TEA, a partir de dos artículos: Una
escuela para Juan y Modelos
educativos para una vida de calidad.
En el primero, algo antiguo, habla sobre la
importancia de la vocación por parte de los profesionales que se dedican a la
educación y la especial dedicación que han de tener con las personas con
discapacidad. Yo he de decir que estoy completamente de acuerdo con esa premisa
y creo que está bastante extendida entre el gremio del profesorado, si bien es
cierto que, cada vez encuentro más profesionales un poco desencantados con la
situación educativa actual (recortes económicos, de personal..., ratios
elevadas) que opinan que con hacer lo justo (ir al centro e impartir sus
materias) es suficiente. Además, muchos de los maestros/as piensan que son los
especialistas (PT, AL) los encargados de atender a las personas con
discapacidad, ya que consideran que ellos no están preparados (formados) para
hacerlo y no entienden esta "tarea" como suya.
Otro aspecto al que hace referencia el artículo es a
que la verdadera educación para las personas con discapacidad no se da en el
aula ordinaria, sino, en la educación especial. Afortunadamente, hoy en día no
es así. Cierto que la educación especial existe y hace muy buena labor, pero,
actualmente, la educación va encaminada a la inclusión, a que convivan juntos
en la misma aula niños/as con discapacidad y niños/as sin ella, tal y como lo hacen
en la sociedad (en el resto de entornos de sus vidas), aprendiendo a la vez,
cada uno a su ritmo.
El apartado anterior me lleva a otro tema que
resalta el artículo: a las personas con discapacidad no les es útil aprender
conceptos abstractos, sino que, necesitan adquirir habilidades y destrezas que
les ayuden a desenvolverse en su vida cotidiana. Por suerte, este tema también
está bastante presente en la escuela de hoy, ya que se da mucha importancia al
saber hacer (competencias) y a la autonomía, no sólo en las personas con
discapacidad, sino en todas. En esta línea, el autor aboga por incluir en los
currículos la comunicación, las habilidades sociales y la expresión y
reconocimiento de emociones y estados de ánimo, hecho que hoy en día ocurre
debido a que estos aspectos están recogidos por nuestras leyes en los
currículos vigentes.
También recoge este artículo la importancia de
trabajar con las personas con discapacidad en entornos significativos para ellas,
fomentando el trabajo cooperativo, la resolución de problemas y el papel activo
del alumno/a en sus aprendizajes. En la actualidad, son muchas las escuelas que
apuestan por ese papel activo del sujeto que aprende (enmarcado en el constructivismo)
y son cada vez más las que utilizan metodologías innovadoras como el
aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje cooperativo, la gamificación,
etc.
El autor habla de la idoneidad de que todos los profesionales
que están en contacto con la persona con discapacidad trabajen en equipo, consensuen
objetivos, intercambien logros, dudas... En nuestros días, también se persigue
esa meta, pero, la falta de tiempo o la creencia de "cada maestrillo tiene
su librillo" hacen que no se dé tan habitualmente como debería.
Se dedican, además, unas palabras a la importancia
de la familia en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Creo que esta cuestión
está sobradamente probada y son pocos los profesionales que no mantienen una
relación fluida con las familias de los alumnos/as.
Por último, hace alusión a la relevancia de la autoevaluación
continua, hecho que se intenta tener presente en todo momento, pero, que a
veces se resiente por la falta de tiempo.
En el segundo texto, más moderno, se recoge la idea
de que la discapacidad ha de verse más allá de un conjunto de síntomas clínicos
y de limitaciones, teniendo en cuenta la opinión de la persona, sus derechos,
preferencias, etc.
Menciona que vivimos en una sociedad en la que se
considera que el "escalafón" máximo como persona es la racionalidad,
sin tener en cuenta otros aspectos de la persona como la socialización y las
emociones.
Hoy en día se trabaja mucho para solventar estas
creencias populares, bastante extendidas, y potenciar todas las capacidades de
las personas con discapacidad y ayudarles a integrarse en la sociedad de una
forma plena.
El autor apunta también que hay que centrarse en
todos los resultados posibles como son: los clínicos, los funcionales y los
personales para poder atender de la mejor manera a estas personas y poder
proporcionarles una calidad de vida óptima, igual que la que le gustaría tener
a cualquier persona, respetando sus decisiones y deseos, dejándoles ser dueños
de su propia vida. Para poder lograrlo, se necesitará que los servicios
proporcionados sean también de calidad, siendo de vital importancia el trato
que dispensan los profesionales a las personas con discapacidad.